¡Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si por un instante pudieras contemplar
como yo la belleza ante la cuál las bellezas palidecen!
¡Me has amado en el país de las sombras y no te resignas
a verme en el de las inmutables realidades!
Créeme, cuando llegue el día que Dios ha fijado y tu alma venga
a este cielo en que te ha precedido la mía, volverás a ver a aquél
que siempre te amó y encontrarás su corazón con todas las ternuras
purificadas. Transfigurado, feliz, no esperando la muerte
sino avanzando contigo por los senderos de la luz.
Enjuga tu llanto y no me llores si me amas.
Autor: San Agustín
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